Costureo



                              "Si ese par de zapatos negros que tienes en el armario te hacen sonreír,
                                valen más de lo que cuestan."

                                (Holly Golightly)

No les gustaba enseñar sus prendas, cómo mucho a su gente más cercana.
Sus amigos y familia eran esos pocos afortunados que podían pasar una tarde cosiendo el que sería su nuevo jersey o arreglando una vieja camisa. 

Se reían, y no pocas veces, de aquella vez que se pusieron ese ridículo pantalón amarillo o de cuando estuvieron días y días juntos, con el hilo y la aguja en la mano, dando forma a esa manta que todos tenían y que cuando hacía frío abrigaba más que 100 radiadores.
A veces hablaban de ropa que ya no se llevaba y se volvían locos pensando como uno de los suyos llevo hombreras por un tiempo.

Hombreras...,hombreras que se veía de lejos que no le sentaban nada bien, pero que sin embargo el tiempo que las llevó las lucía con el orgullo de alguien que desfilaba en la pasarela de Milán todos los fines de semana. 
No faltaba tampoco el que se atrevió con una cazadora de cuero de joven y ya no podía salir sin ella a ningún lado, aunque fuese verano con 40º a la sombra, aunque el cuero ya no oliese a cuero  y las rozaduras ya no fueran cosas que sólo se viesen a través de un microscopio.
Siempre había que estar pendiente del que cambiaba de parecer tanto como de chaqueta, tanto que un día podía estar cegado por una sudadera deportiva y otro no veía más allá de un jersey de punto.
Eso sí,todo bordado a base de ingenio y mano derecha, y adornado con el sello, que sólo algunos saben dar a las cosas que hacen.












No les gustaba enseñar sus prendas pero sin embargo lo hacían.
Compartían, para un público no tan cercano, muestras de ellas, las muestras más bonitas o graciosas, no esas feas y destartaladas que guardaban en un baúl que pocos sabían donde estaba.

Las enseñaban en escaparates o desfiles, se alegraban cuando veían que gustaban y en caso de que no ya estaban pensando en la siguiente muestra a enseñar.
Vivían en un bucle en el que a veces parecía que ya no cosían para ellos mismos, cómo si quisieran ser los del otro lado del escaparate pero sin serlo.
Incluso a veces, cuando se reunían en una especie de proceso creativo que en principio sólo era para ellos, no era raro que alguien comentase, "Esto, esto para el escaparate."

Envidiaban cuando veían trajes con chaleco que brillaban en escaparates ajenos y se preguntaban si podía haber alguien así, con ese talento día sí y día también, aunque en el fondo supiesen que no.

Habían nacido en el mundo de la moda y aunque les gustaba más coser que enseñar no pudieron evitar esa ola que arrasó con todo, esa ola que llamaron costureo.






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